Jueves 4 de Junio de 2015
“Vivo por un acto generoso”
El tucumano Héctor Manca hace doce años
recibió un hígado de un donante santafesino; amante del ciclismo, promueve la
actividad y en 2010 unió Tucumán con Buenos Aires, “previo paso por Rosario
para abrazar al Monumento”.
Por Antonio Capriotti
Héctor “Etín” Manca es un tucumano de 52 años y le gusta la bicicleta:
“Hago ciclismo de ruta y mountaine bike”, dice con orgullo. Recibió un hígado
que le fue trasplantado en el Hospital Italiano de Buenos Aires “hace
exactamente doce años”, expresa sin dramatismos.
Manca va a comenzar a narrar una historia que se columpia entre la vida
y la muerte: “El 30 de junio de 2003, fallecía alguien en un accidente en esta
provincia; y, de su generosidad y la de su familia, siete personas pudimos
seguir viviendo: hace doce años yo recibía el hígado que me permitiría seguir
vivo. Estoy muy agradecido a Santa Fe; esta provincia es sinónimo de vida para
mí”.
A Héctor Manca lo trasplantó en el Hospital Italiano de Buenos Aires el
equipo liderado por el doctor Eduardo de Santibáñez, ya que sufría, la
enfermedad de Wilson, por la que su hígado no producía una enzima encargada de
metabolizar el cobre que está presente en muchos alimentos. Es una enfermedad
congénita no hereditaria y no trasmisible. “Pese a que la tenía desde siempre
me la pudieron diagnosticar recién a los 34 años de edad”, afirma.
El trasplante de órganos es una solución heroica para resolver estados
irreversibles producidos por algunas enfermedades que representan un verdadero
desafío para la humanidad. El avance de la ciencia, el aumento de la destreza
quirúrgica, y la incorporación de la alta tecnología, lo hacen posible. Aunque
tanto despliegue hubiese sido insuficiente, sin el altruismo social y sin la
solidaridad de los donantes.
El hígado de Etín estaba muy comprometido. Su estado era irreversible ya
que padecía una cirrosis de grado avanzado. Manca se acerca a la parte más
dramática de su historia, y lo hace con decisión: “Estaba internado en un
sanatorio de Tucumán y me pasaban sueros y albúmina y me entero que la
provincia no podía conseguir un avión sanitario para trasladarme a Buenos
Aires. Y tomé una decisión, en realidad, una locura.
Me desconecté la albúmina y el suero; me escapé del sanatorio, tomé el
primer colectivo a Buenos Aires. Fue el viaje más largo de mi vida. Fue el
viaje de la vida. Cuando llegué, los médicos no se explicaban cómo estaba con
vida. Era abril de 2003, ingresé a la lista de emergencia del Cudaio; en junio
me descompensé, hice una encefalopatía. Hice una fiebre hepática. En ese
momento llegó mi ángel. Recibir un órgano es un gesto de amor tan grande y de
solidaridad y altruismo que se hace difícil expresar en palabras”, expresa
Héctor Manca.
El 30 de mayo se celebra el Día Nacional de la Donación de Órganos y
Tejidos. La fecha coincide con la del nacimiento del hijo de la primera
paciente trasplantada de hígado en un hospital público en nuestro país
(Hospital Argerich).
—¿Cómo vive este
día, Héctor?
—Es un día especial para mí, como para muchos compatriotas que tuvimos
la fortuna de sobrevivir, estando en la lista de espera para un trasplante. Es
un día especial y debemos agradecer a quienes nos han salvado la vida. Doy cada
día gracias al donante de la provincia de Santa Fe y su familia, que hicieron
posible que recibiera el órgano para poder seguir viviendo.
—Cuándo estuvo
recuperado, usted, junto a un grupo de amigos, pedaleó 1.300 kilómetros…
—La idea de unir La Casa de Tucumán con el Cabildo de Buenos Aires, en
bicicleta, se me ocurrió en el año 2010, mientras participaba en los Juegos
Latinoamericanos para Trasplantados; y me pareció una locura linda. La idea era
salir de Tucumán donde ya tengo ganado un espacio con este tema y llevarlo a
las ciudades donde nunca se había hablado sobre donación de órganos, donde
nunca habían visto a una persona trasplantada. Así emprendí el camino; llegué a
Rosario y fui a abrazar el Monumento, al que conocía por los billetes de 10
pesos; fui a agradecer a esa ciudad que está en la provincia de donde recibí el
órgano necesario para seguir viviendo y luego seguí viaje a Buenos Aires, donde
llegamos después de 18 días de pedaleo, tras recorrer 1.300 kilómetros; y así
cumplí un sueño rindiendo homenaje a mi donante y para que el resto pudiera
constatar la calidad de vida de una persona trasplantada. Avanzábamos a razón
de 100 kilómetros por día y en cada parada daba charlas en escuelas, comunas, y
bibliotecas.
—¿Cómo se siente?
¿Cómo es su calidad de vida después de trasplantado?
—No dejo de sorprenderme todos los días, al abrir los ojos y decirme:
“Es un día más de felicidad, de saber que en uno la vida continua”. Y, en
cuanto a la calidad de vida, es maravillosa. Llevo doce años desde mi
trasplante y para mí fueron los mejores doce años de mi vida. Porque los años
anteriores al trasplante mi vida se hacía muy dura; fueron momentos muy
difíciles. No podía realizar ningún tipo de actividad física; vivía
permanentemente descompensado y con internaciones; algunas de las cuales eran
de urgencia. Y luego del trasplante fue como volver a nacer; nunca más volví a
estar internado. Yo hago ciclismo de montaña, en Tafí Viejo y me resulta
maravilloso salir a pedalear con amigos y en cada pedaleada pienso que por
alguien que no está en este mundo yo puedo seguir pedaleando. Así, siempre que
puedo le rindo un homenaje a esa decisión tan generosa, tan solidaria de la
familia que decidió donar los órganos.
—(Se escuchan mucho
bullicio en la comunicación telefónica con Tucumán) ¿Está, Héctor, en el medio
de una movida?
—Estoy yendo a Salta. Estamos esperando el colectivo en la estación
terminal de Tucumán. Nos vamos a una bicicleteada solidaria por las calles de
la ciudad de Salta con gente amiga. Es un acto organizado por el Incucai. Es
gente que conocí el año pasado que tiene un proyecto solidario que se llama “Cadena
de relevos”; consiste en unir todo el país con pelotones provinciales de
ciclistas; yo fui el portavoz en la provincia de Tucumán. Viajo a contribuir
con ellos para la concientización de ser donante de órganos.
—¿Qué mensaje
dejaría para los lectores de esta nota, usted que por lo que tuvo que pasar,
cuenta con la voz autorizada?
—Mire, esto es muy simple. Estadísticamente está demostrado que es más
probable que uno, en su vida, tenga más posibilidades de recibir un órgano que
de ser el donante de un órgano. Hoy, estar en una lista de espera para
trasplante, es más probable que ser un donante. Hay que pensar mucho en esto.
Hablarlo en familia. Hay que tomar una decisión consciente y bien informada.
Una decisión que salga del grupo familiar. Hoy hay muchos medios para
informarse (incucai.gov.ar) correctamente. Pero no hay que dejar esa mochila
tan pesada para el momento menos oportuno, donde la familia debe decidir sobre
algo que no ha sido hablado oportunamente. Debemos pensar en los 7.800
conciudadanos que están, hoy, en lista de espera, donde puede estar un amigo,
un papá, una mamá, un hermano, un vecino, cualquiera puede estar en ella; y
cualquiera puede donar. Cualquiera puede salvar vidas con la donación de
órganos. Yo me salvé. Soy un sobreviviente de la lista de espera por un acto de
amor y de generosidad. Así que gracias por su llamado porque me permite
decirles a los rosarinos y a los santafesinos que, si bien soy tucumano de
nacimiento, llevo un hígado de un santafesino generoso y solidario. Decirles
que estoy cuidando ese bien recibido que me permite vivir y que pedaleo, que es
lo mejor que sé hacer y voy a donde me llaman para que todos tomemos conciencia
de aquello que se puede lograr con la decisión voluntaria y solidaria de donar
órganos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario